28 octubre, 2009

[...]

Se encuentran y entre ellos
surgen universos y mundos posibles.

Surge el cielo
y el mar
y se ensanchan horizontes compartidos.


[...]

22 junio, 2009

las cosas que van pasando

22 de junio de 2009, Colonia, café número tres

Otra vez. He vuelto a ir a clase de "Neuroanatomie der Rodentia" y (otra vez) allí no había nadie. He subido ya un poco molesto (van tres semanas seguidas) al despacho del profesor Schröder y en hall me he encontrado a una compañera de clase que me ha dicho que si no había recibido el email. Pues no, no he recibido nada, así que me informa de que el curso se ha cancelado para el resto del semestre, y que los exámenes serán el semestre próximo.

Fantástico. Este curso me ocupaba seis horas semanales (lunes y miércoles), y para poder cogerlo tuve que renunciar a otros dos cursos que me interesaban porque coincidían en horarios. Estupendo. Además necesito los créditos de esta asignatura de cara a la convalidación cuando vuelva a Madrid, dentro de un mes. Genial, verdad?

Pues ya van tres asignaturas, tres, que había elegido y se han cancelado. Y, claro, a estas alturas de semestre no puedo matricularme en nada, y eso es un problema enorme de cara a dejar cerrada la maldita carrera cuando vuelva a España.

Así que sí, un día maravilloso. Como dicen los angloparlantes, fuck my life.

Para más INRI ya no tengo clase ni los lunes ni los miércoles, y eso sumado a que ya no tenía ni los martes ni los jueves (por esas otras cancelaciones), me queda toda la semana libre, excepto los viernes. A ver qué diablos hago con mi vida.

Y a las tres asignaturas canceladas hay que sumar otra a la que también estuve yendo, la de Psicosomática, a la que después de ir a clase varias semanas y de tener el permiso del profesor, no me dejaron matricularme porque correspondía a otra facultad. Pero fue todo una locura porque mimaster de neurociencia aquí pertenece a la facultad de medicina humana, que es donde estoy matriculado, pero en mi carnet de estudiante pusieron biología, que es donde corresponde esta especialidad en España, y lo de Psicosomática es también de medicina humana, y por lo de mi carnet no me dejaron matricularme, pese a que yo oficialmente aquí pertenezco a medicina... en fin, una locura.

De modo que de las ocho asignaturas que iba a hacer este semestre, quitando una que decidí no hacer (la de la facultad de Matemáticas), quitando las tres canceladas y la que no me dejaron hacer, resulta que al final no puedo hacer más que tres. Increíble.

Veremos que pasa a la vuelta, porque como, además, el sistema de créditos es diferente, no tengo ni la más remota idea de cuántos créditos voy a tener para convalidar allí, y nadie sabe nada...

En la radio han puesto TRES veces seguidas la canción "all by myself", joder. Y yo el otro día escribiendo tonterías de naufragios y reflotaciones, carajo. Y encima hace un tiempo de mil demonios, que parece mentira que entráramos ayer en el verano, cojones.

Hay que ver, con lo contentito que estaba yo esta mañana. Vaya mierda de día.

P.D: Nada surf: only when we get to see the aerial view will the patterns show, we'll know what to do. I know the last page so well, I can't read the first. So I just don't start, it's getting worse... Of course I'll be allright. I just had a bad day. I had a bad day.

19 junio, 2009

las cosas que van pasando

16 de junio de 2009, Colonia, café número tres

Pues nada, ya van dos semanas seguidas que voy a clase de "Neuroanatomie der Rodentia" y allí no aparece nadie.

Así que me he tenido que venir a tomarme un cafetito, por aquello de aprovechar el viaje al centro...

Estoy en el café número tres (en orden de preferencia), cuyo nombre desconozco pero que tiene es aspecto de café antiguo o salón de abuela que me resulta atractivo. (Ahora mismo la camarera le da cuerda a un reloj de pared; sobre el piano hay muchos papeles).

La decoración incluye un buen número de espejos de todos los tamaños, varias fotos antiguas de Colonia, París y gente indeterminada y probablemente borrada de la faz del planeta muchos años ha. También hay un mapa de "Germania" del año catapún, un retrato al óleo de (creo) Mozart, un piano negro de salón antiguo y varias lámparas burgueso-señoriales con varios brazos y cristales colgantes teñidos de amarillo por el alquitrán del tabaco de generaciones de clientes.

En general estas gentes hablan quedo, sin gritos ni aspavientos (excepto los fines de semana, litros de bebida nacional mediante). Además, el asunto del idioma tiene una serie de ventajas. Por ejemplo, uno puede estar rodeado de gente charlando sobre cosas inverosímiles y abstraerse de aquello sin que le moleste. La conversación queda de fondo, como un ruido blanco. Entonces es sencillo dedicarse a leer o a escribir, pese a estar rodeado de gente.

Es, sencillamente, un ruidoso silencio, un silencio disfrazado de palabras ajenas que no rebotan en la mente, sino que se quedan como pompas de jabón flotando en el ambiente, alrededor de quienes las convocan.

Por eso mismo no molestan y uno puede dedicarse, tranquilamente, a lo quiera que esté haciendo.

Eso, a menos que uno quiera escuchar el ruido blanco. En tal caso uno activa algún interruptor secreto y las pompas de jabón le explotan en los oídos, trayendo palabras con vida propia. Algunas cuentan historias, otras son misteriosas y encierran alguna clase de secreto indescifrable. Las más son ambiguas y expelen cierta fragancia evocadora de alguna cosa olvidada y, entonces, uno puede tomarlas al vuelo y darles un significado propio, en cierto sentido secreto, y con él ir tejiendo una versión personal de las historias originales que encierran.

Lo malo de este juego de espejos es que es también un juego de sombras y tiende a dejar en penumbra los espacios, lo cual está muy bien siempre y cuando uno no ande buscando ventanales, luz y taquígrafos.

Afortunadamente eso son las menos. Y para esos casos, además, puede uno generalmente hacer uso de otras lenguas, un poco menos ajenas, que dan un resultado policromo a la cosa.

Recuerdo que la última vez que fui de visita a España estaba yo en el aeropuerto, intentando leer a cierto escritor de Montevideo, y me encontré con desagradable sorpresa con la imposibilidad de una abstracción tan completa como en estas tierras del norte.

El asunto, reconozco, me puso de bastante mala leche y, refunfuñando cual anciano con bastón, mostraba mi desagrado ante los pobres diablos que no hacían más que hablar entre ellos, sin intención expresa de importunar mi lectura.

Pero claro, uno es limitado en su comprensión, sobre todo en el momento, y las palabras (esta vez propias) no flotaban como pompas sino que atacaban como flechas, penetrando violentamente en mi cerebro sin interruptor mágico que las detuviera.

Así que cuando entendí que las miradas asesinas y los carraspeos no iban a surtir efecto (más bien sólo servían para recoger miradas divertidas de extrañeza e interrogación), me levanté violento y positivamente indignado y, por supuesto después de una mirada fulminante, me marché entre bambalinas a ver si encontraba unrinconcito libre de ataques verbales (y nominales, adjetivales y demás armamento lingüístico) donde sentarme a leer mi maldito libro.

Desafortunadamente, por lo que parece abundan los castellano-parlantes en Madrid, y aunque uno intentara camuflarse entre los ingleses, alemanes, holandeses y otros de nacionalidad imprecisa, la artillería verbal seguía haciendo mella en mi paciencia (ridículamente empequeñecida a la sazón).

Finalmente me declaré vencido y con aires de jaque mate guardé el libro y aguanté el asedio estoicamente.

En fin, ahora me hace gracia la cosa, pero en aquel momento... ¡Oh! En aquel momento fue como una mortal afrenta de tiempos medievales (con guantazo incluido, de los de guante caballeresco y "reto aVd. a muerte").

Gracias a los cielos, aquello de batirse por el honor pasó de moda (entre más porque mi abrumadora inferioridad numérica no hubiera deparado ningún bien a mi precaria integridad física).

Hay que ver. Qué cosas...

22 mayo, 2009

las cosas que van pasando

Últimamente ha empezado a hacer buen tiempo en la ciudad, así que he puesto a punto mi bicicleta y me he dedicado a visitar parques metropolitanos.

He vuelto al Rhinepark, que es un parque grande en la orilla frente a la catedral donde se puede uno sentar a la orilla del río entre millones de conchaspequeñitas, pedacitos de platos y tazas y cristales lamidos y redondeados por el agua que se dispersan entre la arena.

Allí puede uno sentarse con un libro o con la melodía suave de alguna música o simplemente con el rumor del agua, y lanzar piedritas al río, y entre los árboles y el viento que mece las hojas se encuentra uno con una paz sencilla y perecedera, pero hermosa, que sube por las piernas hasta los brazos, y uno cierra los puños, distraido, y la atrapa (como la melancolía deBenedetti, que se murió de repente el día de mi cumpleaños mientras yo, ignorante, leía sus cuentos como si tal cosa).

Al día siguiente encontré otro parque muy cerca de mi casa, con una explanada verde y un pequeño lago.

Me senté en la explanada y desde allí podía ver un montón de gente sentada o tumbada, jugando a la pelota o corriendo, en bici o a pie.

Volví a sumergirme en Benedetti, pero ahora en sus poesías, y de vez en cuando, al levantar la vista, se veía la explanada con árboles al fondo, y entre los árboles y la hierba y la gente volaban millones de pelusas blancas de polen, como nieve de primavera, y la vista era tan hermosa que no encuentro las palabras adecuadas para describirla, de esa belleza que encoge el corazón y ensancha el pecho abriendo horizontes por dentro.

Pero las palabras, pobres, no saben casi nada del mundo. Describen mal las cosas de fuera y no sirven para las de dentro y, a pesar de todo, son nuestro mayor tesoro. Y uno que si no se cultiva se pierde.

Una vez dijo mi padre que hacía tanto tiempo que no escribía, que le parecía que en cualquier momento iba a empezar a rebuznar. Y desde aquel momento yo me puse a jugar con las palabras (con mayor o menor acierto) y no he vuelto a parar en muchos años.

Ahora mismo estoy, como siempre, en el café del gato, en el sillón con mesa de ruedines, mientras en la mesa redonda hay tres alemanes jugando a los personajes. El juego va así: uno piensa un personaje y los otros dos hacen preguntas de sí o no hasta descubrir quién es.

(Y yo desde aquí juego en silencio, pero juego también)

De momento han sido Amstrong, Nixon, Segolene Royal y Moisés. Mientras, por los altavoces canta Ella Fitzgerald "let's do it" suavemente.

Y en esto se me enfría el café, así que dejemos de manchurronear las hojas.

12 mayo, 2009

las cosas que van pasando

12 de mayo de 2009, Colonia, café del gato

En la boca del lobo. Ahí estaba y de ahí vengo. Es la tercera vez que voy a la terrorífica Facultad de Matemáticas de la Universidad de Colonia.

De la primera vez hará un mes. Fui decidido a tomar parte en el curso de "Numerische Simulation", y allí anduve, encogido, preguntando por el "Seminarraum 2" hasta dar con él. Llegué cinco minutos antes de que empezara, así que me dediqué a investigar las oscuras y plegosas interioridades de la boca del lobo. Di con un mural gigante de los matemáticos destacados de la historia, una suerte de museo de los horrores desde el siglocatapún hasta nuestros días. El caso es que esperé y esperé en la boca del lobo y allí no vino nadie, así que feliz de la vida me fui de allí y me vine al gato.

La segunda vez fue una semana después de la primera. Iba yo a clase de "Análisis matemático de imágenes" y al llegar y entrar hasta la zona del paladar del cánido me encontré a un señor que me dijo en alemán (que cosas) que esa asignatura se había suspendido por razones misteriosas que no pude comprender.

Así que me fui del lugar y me vine al gato, más contento que un tonto.

La tercera vez ha sido hoy. Ayer por la noche decidí categóricamente que había que probar suerte otra vez con lo de "Simulación numérica", y hoy me volví a meter en la boca del lobo, sudoroso y sombrío. Volví alSeminarraum 2, pero por la puerta pude ver a esos seres inciertos, los matemáticos, con muchos papeles llenos de cosas extravagantes. La clase tiene dos puertas. Tras ver esa escena monstruosa por la primera, pasé de largo y decidí entrar por la trasera.

Al llegar me asomé despacito, pero los seres inciertos me vieron y se giraron maquinalmente hacia mí, mirándome con ojos de calculadora LCD...

Ante tal cosa me di la vuelta y seguí por el pasillo hasta que encontré un baño. Me metí, hice lo propio, y luego frente al espejo me dije (no sé si yo al del espejo o el del espejo a mí) "¡qué diablos haces tú en la boca del lobo, hombre de dios!".

Así que salí de allí, pasé de largo la puerta trasera, aún abierta y por la que aún se veían los seres, cada vez más inciertos. Pasé también la puerta delantera y a través de las fauces salí al mundo y me vine al gato.

Reconozcámoslo, uno es un analfabeto funcional en matemáticas, qué le vamos a hacer.

Con una asignatura es suficiente (espero), porque hago una de matemáticas en la facultad de geología, que no solo no es la boca del lobo, sino que además es una facultad maravillosa, con jardines interiores varios llenos de flores y exposiciones de millones de minerales y un tronco cortado del tamaño de untrolebús.

Además la profesora es muy simpática. Se llama Sharon y dice que el Excel "it's a him" (en inglés) y que no confiemos en algunas de las cosas que "él" dice (bullshit).

En fin. El caso es que a mí los cánidos nunca me cayeron bien. Por eso siempre me voy de la boca del lobo y me vengo al gato, por aquello de desintoxicar.

Qué cosas.

las cosas que van pasando

8 de mayo de 2009, Colonia, café del gato

Pues el otro día andaba yo en el balcón fumando, en la franja incierta del día en que la noche se va abriendo paso tímidamente mientras el sol, dócil, la deja paso muriendo en un horizontepolicromado , cuando de pronto salieron de una casa frente a mi balcón dos chiquillas que se me quedan mirando, me señalan y dicen "¡mira! ¡la muerte!". La otra responde "¡sí! ¡es la muerte!" y entre risas se meten de nuevo en su casa.

Yo, divertido, terminé el cigarro aprisa y me escondí en mi casa, por si volvían a salir.

Resulta que la muerte aquí es un señor, es el muerte (der Tod), cosa curiosa. Para nosotros es femenina, y en el caso de los anglosajones se me hace más incierto, porque con ellos nunca se sabe (the death), aunque me figuro que será también masculina. Se me ocurrió investigar un poco la iconografía de tan destacado individuo/a, pero por supuesto se me olvidó un poco más tarde.

Otro día estaba yo en idéntica posición en el balcón, que es en realidad un pasillo abierto que da acceso a todas las casas de la planta, cuando vinieron corriendo los hijos de mi vecina y una chiquilla que debe ser asmática o algo por el estilo, entre estertores me cuenta que abajo hay unos matones que les persiguen sin motivo alguno (aunque yo les había oído insultarlos a voz en grito desde la protección del balcón del primer piso).

Me asomé al otro lado del balcón, tras la puerta de las escaleras, y por ahí venían sigilosamente los "matones" que resultaron ser dos chiquillas que al verme me hicieron la señal internacional de "silencio" (¡no digas nada!) con un dedo sobre la boca.

En esto salió la vecina madre de los primeros al balcón y se desató el conflicto internacional. Los "matones" exigieron un castigo ejemplar por los insultos proferidos (ashlog o similar). La madre preguntó a sus hijos que qué había pasado, y ellos respondieron que no habían hecho nada, a lo que los matones replicaron que ("doch, doch!") habían sido insultados, y señalaron como principal culpable al hijo más joven de la vecina, que se escondía de la vista detrás de su madre.

Y como ésta no proporcionara el ejemplar castigo esperado, la portavoz de los matones hizo notar que qué clase de madre no se preocupa por la educación de sus hijos, a lo cual la madre respondió que no había pasado nada grave.

La portavoz de los matones replicó que sí, que les habían llamado "ashlog" y que, por cierto, su padre es policía y le podía llamar en cualquier momento. El pequeño hijo de mi vecina se aplastaba contra la pared para evitar ser visto por la barandilla y a todo esto yo, como espectador (casi observador internacional del conflicto) terminé mi cigarrito y me refugié en la seguridad de mi casa.

Como los observadores de la ONU, ver, oír y callar, no hacer nada ni servir para nada a nadie, y si la cosa se pone difícil huir a territorio seguro.

Muy alegórico el asunto.

Otro día en el balcón estaba yo fumando bien entrada la noche, y me fijé en el silencio. De noche el silencio es absoluto, casi sepulcral. No cantan siquiera los millones de pájaros locos que sedesgañitan por las tardes, y solo un tren de cuando en cuando rompe el tedio de no escuchar nada.

Pero lo curioso es el sonido de las vías mucho antes de que pase el tren. Es un ruido metálico, como un violín tocando muy agudo diferentes notas inconexas que crean una melodía, la verdad, terrorífica pero hermosa.

Se escucha ese sonido mucho antes de que pase el tren, como si los raíles supieran de su futuro y se quejaran, como un lamento metálico y tristón.

En fin, historias de balcón y cigarrito. Hay que ver, las cosas que van pasando.

23 abril, 2009

las cosas que van pasando

Los chiquillos de mi barrio han llenado la calle de rayuelas de tiza. Tienen unas tizas gigantes, como puños, y con ellas van ocupando todos los huecos, escribiendo sus nombres, cosas indescifrables, pintando flores, casas y rayuelas.

Los más pequeños imitan a los mayores y pintan líneas, renglones torcidos y caras sonrientes.

Y en eso, asomarse al balcón es un ejercicio de vuelo. Los ojos se posan en unos u otros dibujos y, mientras tanto, la mente aprovecha el vacío y también vuela,sobrevolando la memoria y los paisajes viejos.

Unos días después llegó la lluvia y, con ella, el olvido y una calle nueva, como un lienzo por estrenar.

Estos días, tímidamente, se asoma a esta ciudad la primavera, como jugando al escondite. Sale el sol y sale también la gente, que se echa a las calles como un torrente feliz. Salen también las flores, que se engalanan con su mejor color, como dice el tango. Y con ellas vuelven los pájaros, que cantan sobre todo al anochecer, y yo me pregunto por qué. Y a quién cantan los pájaros, con una sinfonía delicada y apabullante, mientras el sol pinta colores en la franja incierta del horizonte, que siempre está pero nunca se alcanza, tan cerca y tan lejos, como un poema.

Ayer salí a fumar al balcón y había ruido. Una cosa ensordecedora. Me asomé a la barandilla y allí estaba, un empleado del ayuntamiento con una máquina cortando todas las flores del barrio. Y yo de espectador impasible, con ganas degritarle al señor ¡pero que hace, hombre de dios! y todas esas cosas apropiadas. Pero no digo nada, y el señor acaba con todas las flores y sigue su camino.

Y yo he vuelto al café del gato, que hacía un siglo. En el salón de fumadores no hay nadie, excepto una voz tristona que susurra desde los altavoces y una sensación de paz absoluta que sube por las piernas hasta la garganta.

Aunque también está Orwell, colgado en la pared frente a mí, mirando hacia su izquierda en dirección a una especie de pequeño escenario donde hay una silla gigante, un cono de carretera y una televisión de mentira con la foto de un señor tapándose la cara con el antebrazo.

También está la chimenea, con flores secas encima, y las mesas redondas para los que vienen acompañados, y este sillón y su mesa conruedines para los que vienen solos. Y el café, que se va quedando frío, así que será mejor volver a lo concreto.

¡La praxis! La praxis ha muerto, ¡viva la praxis!


las cosas que van pasando

Últimamente el tiempo ha ido andando despacito, como un bicho que hubiera perdido una pata y caminara prácticamente arrastrándose. Casi parece que el bicho soy yo mismo, que he salido lo mínimo de casa estos días, como si también tuviera alguna pata rota en algún sitio.

Cuando salgo a fumar al balcón, en una casa en el edificio de al lado a veces hay una puerta abierta. En esa casa vive una señora de edad indefinida, en silla de ruedas. Cuando la puerta está abierta de par en par se pueden ver las entrañas de la casa, un pasillo, el salón... todo vacío. La casa es una copia a carboncillo de esta, como lo es el edificio entero. Edificios gemelos con casas siamesas llenas de gente ajena... El caso es que el pasillo es estrecho. En mi casa hay un mueblecito y nosotros pasamos de lado, pero ella no puede con su silla, así que el pasillo está vacío. Vacío también el salón hasta donde alcanza mi vista o vuela mi imaginación.


28 marzo, 2009

las cosas que van pasando

Hoy la ciudad se ha despertado con la asombrosa noticia de que dos satélites, uno ruso y otro americano, se han hecho pedacitos uno contra el otro en la absurda inmensidad del espacio.

Aquí venden los periódicos en unas máquinas por la calle, con una ventana de cristal donde se puede leer la portada, y ante la cual se paran los viandantes que esperan al tranvía.

Leen la noticia con cara de sorpresa y sonrisilla maliciosa, a partir de la cual es fácil imaginarse que se dibujan en la mente los centros de control de las agencias espaciales llenas de gente mirando pantallas llenas decirculitos indescifrables y llevándose las manos a la cabeza mientras emiten, unos en ruso y otros en inglés, roncos grititos de sorpresa y vaga anticipación.

Luego se meten en sus tranvías y la vida sigue como si tal cosa, mientras en el espacio sideral miles de pedacitos tecnológicos amenazan a los cosmonautas en sus paseos espaciales y en su misma guarida, la estación espacial internacional.

Hay que ver, qué cosas.

Mientras, en las agencias espaciales vuelan los papeles, y la gente no puede evitar que se les instale, solapadamente, una clarificadora cara de circunstancia.

13 de febrero de 2009, Colonia, café Duddel

las cosas que van pasando

A veces me divierte ver a la gente malhumorada en los tranvías, entre más porque de cuando en cuando soy uno de ellos.

Es curioso cómo cierran el párpado superior mientras elevan las pupilas al cielo, con gesto rencoroso, cuando el conductor informa que el tranvía de delante se ha chocado con un coche despistado. Luego dice que hay que bajarse e ir andando a la siguiente estación, a lo que siempre alguno responde "muchas gracias!" sarcástica y airadamente, en voz alta.

Y entonces hay que bajarse, y un río de escolares con abrigos de colores baja por la calle en dirección a cualquier otra parte, y se arremolinan en torno al accidente, exclamando entre divertidos e incrédulos cosas ininteligibles, mientras el conductor eleva los brazos al cielo y muestra su enfado al tipo que sale del coche empotrado y se ruboriza cabizbajo, y llegan dos coches de policía a unirse a la función, justo delante de los sempiternos viejitos con bastón que miran y censuran con movimientos de cabeza.

Al tranvía se le han caído los faros, y en medio de aquel batiburrillo de viejitos, policías, conductores, pasajeros y escolares uno no puede evitar decidir unilateral y categóricamente que la vida es maravillosa.

12 de febrero de 2009, Colonia, café Duddel

10 febrero, 2009

el café del gato

Hoy se ha puesto a nevar sin excusa ni pretexto, como solapadamente al principio, que no se sabía si aquello era lluvia, nieve o granizo, hasta que poco a poco fue adquiriendo la presencia material y un poco fantasmagórica de la nieve.

Los días así, aderezados con "song of the black swan", son propensos a la melancolía, igual que lo son a que de pronto, en el tranvía, un señor te pregunte en alemán que de qué podría él conocerte, de dónde. Y claro, tu arrebatado así del suave arrullo del violín (¿o será una viola?) respondes balbuciendo "de nada, me parece". Y entonces el señor te pide disculpas y queda el resto del viaje un poco cejijunto, mirando por la ventana mientras tu vuelves a abrazar la melodía y te envuelves, sin tristeza, en la presencia un tanto material de tu melancolía.

Y al cabo bajas en alguna estación, y vas al laboratorio como podrías ir a cualquier otro sitio. Tubos para arriba y para abajo, frasquitos con agua de colores con la que alimentas a la máquina que después, como una hormiguita, se pondrá a trabajar sin preguntarse.

¿Qué añadir a "preguntarse"? Por ejemplo por qué nieva sin pedir permiso a nadie. Yo tenía de bachiller una profesora que decía "Nieva en Madrid" sujeto: Dios. Sería cuestión de preguntarle si acaso lo mismo puede aplicarse en Colonia...

El caso es que la máquina se pone a su tarea, con ruiditos mecánicos y estridentes, y tú te vas al bar del gato (que en realidad se llama Duddel por alguna razón misteriosa) y al entrar ya te reconocen, y te sonríen y te dicen "¿un café con leche?". Y al principio aquello te hacía gracia, una suerte de contacto, un punto de reconocimiento mutuo en esta ciudad propia y ajena, fifty fifty.

Pero luego lo mismo piensas que aquello en realidad se parece un poco a la muerte, o a una clase de vejez del alma, y rencoroso respondes que no, que quieres un té y con cardamomo, canela, pimienta y clavo. "¿Con leche?" No. "¿Y miel?" Tampoco.

Y mascullando tu rencor infantil te sientas cejijunto y molesto a beberte tu estúpido té que, además y por más burla, no te apetece lo mas mínimo.

Así que te sientas en el salón de fumadores donde, por suerte, no hay ni un alma, y consigues el sitio del sillón con mesa de café con ruedines, y liándote un cigarrillo te da por pensar que los días así, aderezados con "song of the black swan" son propensos a la melancolía.

Y sacas tu cuadernito nuevo, de tapas duras y hojas en blanco, sin cuadritos ni líneas que te molesten, y escribes de un tirón lo que te dicta el alma (o el córtex frontal, que para el caso es lo mismo), en esta ciudad propia y ajena, fifty fifty.

23 enero, 2009

texto de 1993

Otro del disquette de 1995, pero este tiene fecha dentro del documento: 7 de abril de 1993. De este cuento (libro, que lo llamaba yo) sí que me acuerdo. Creo que estaba especialmente orgulloso de él y recuerdo que tardé varios días en escribirlo. Tiene incluso una aclaración de por qué lo escribí.

Lo posteo tal y como lo escribí:

Archivo: aura-gat
Título: EL AURA DE LA LUNA

EL AURA DE LA LUNA
por José María Adrover Montemayor 

Un día de luna llena ví el aura de la luna de muchos colores.  Es una cosa maravillosa a mi edad de ocho años.
Entonces se me ocurrió dibujar la Luna y escribir un libro:

EL AURA DE LA LUNA

CAPITULO 1
EL RAYO DE LUNA

Hace mucho tiempo, en un alejado bosque había una casita y en ella vivían tres hermanos, el padre y la madre.
Era una casa pequeña y humilde. 
Tenía dos cuartos: en uno había tres camas, una para cada hermano.
La cama del hermano menor, que se llamaba Eduardo, tenía al lado una ventana que daba a la montaña por donde saía la luna.
El otro cuarto era el de los padres.

Una noche de luna llena, cuando Eduardo dormía, entró por la ventana un rayo de luna que se dejó caer sobre sus ojos y le despertó.

Eduardo se levantó y, sigilosamente, salió de la casa. Una paloma blanca que bajó de la luna le tiró un mensaje:

"Eduardo, yo sé que eres humilde y bueno. Tu puedes ayudarme a encontrar mi aura perdida ya que sin ella no puedo brillar y las estrellas no son gran cosa y si paso un año sin mi aura dejaré de existir.
Los cuatro sabios de la luna te ayudarán cuando lo necesites"

Eduardo leyó el mensaje y se quedó muy preocupa-do.

Cogió en papel y escribió por detras:

"He leido el mensaje, no te preocupes: yo encon-traré tu aura"


CAPITULO 2: 
LA BUSQUEDA 

Eduardo a la mañana siguiente preparó todo para el viaje y escribió una nota a sus padres:"Me marcho de casa para cumplir una misión encomendada por la luna. Estoy bien y volveré pronto"

Esa misma noche, cuando todos dormían, dejó su mota en la repisa y se marchó.

Caminó durante días y días hasta ver a lo lejos una cosa brillando a lo lejos. Era redonda

- ¡Qué suerte, he encontrado el aura!
- ¿No me respones? ¡He encontrado el AURA!
- No es el Aura, es un cristal
- Vaya, me he equivocado, dijo Eduardo, y siguió caminando.

Pasó las montañas de cristal y el castillo del Ogro Gris. 

Al llegar a las montañas de los Minerales cogió muchas muestras de ellos. Llevaba mucho peso y le costaba andar.

También se llevó el cristal que creyó Aura

CAPITULO 3
LA SORPRESA

Entonces divisó una casa en la que pidió poder dejar sus cosas

- Ayudenme, por favor ¿puedo dejar aquí mis cosas?
- Claro, dijo el señor que se llamaba Antonio.

Siguió andando y se encontró a un hombre que más se parecía a un lobo. 

- Hola, señor, dijo Eduardo
- Hola, dijo el lobo
- ¿Has visto el aura de la luna?
- ¿Esa cosa redonda de colores...?
- Sí, dijo Eduardo esperanzado
- La tiene el Ogro Gris en la Montaña de más atras
- Gracias

Ya se iba cuando le dijo el lobo:

- Oye, ¿tienes en qué ir?
- No
- Pues ven, te llevaré en mi nube voladora 

En un abrir y cerrar de ojos Eduardo se encontró en el Castillo donde vivía el Sabio de la Luna
Se escondió y dijo en voz baja:

- Sabio de la Luna: tú sabes sobre el Aura
- Entra en la habitación, dijo el Genio, allí verás un cofre: está dentro

Entró y vio el cofre. Lo abrió y alli estaba el Aura pero no la podía sacar porque había un cerrojo...
 
CAPITUO 4
EL VENCEDOR

Salío de la habitación y se escondió en una vasija. Alli pasó la noche

A la mañana siguiente preguntó al Sabio si alguien defendía el Aura:

- Sabio de la Luna: ¿ alguien custodia el Aura?
- Sí, un dragón al que vencerás con el brillo de esta espada.

Entró de nuevo en la habitación y.... ¡ESPADA BRILLA!

- No tocarás el Aura, rugió el dragón, pero, vencido por la luz de la espada murió

Cuando Eduardo iba a sacar el Aura apareció el Ogro, pero sacó la espada y le deslumbró.

Entonces echó a correr bosque arriba con el Aura....

***

La luna estaba ya casi muerta. Eduardo le dió el Aura y volvió a brillar destruyendo al mismo tiempo al Ogro gris.
Eduardo volvió a su casa donde todos le acogieron con cariño y la Luna en el cielo le sonreia agradecida.

FIN

En la Casita
7 de Abril de 1993

Pues es lo bueno de era de la informática, que uno se puede encontrar de repente una cosa que escribió con ocho años. Además recuerdo que esto lo imprimí y se lo di a todo pobre diablo que se cruzara en mi camino.

más sombras del pasado

Pues sí, ese disquette de 1995 está lleno de cosas que surgieron de mi mente infantil, y aquí va la segunda, por supuesto sin corregir las faltas de ortografía ni nada.

Archivo: aura-gat
Título: EL GATO PELUDO.
Erase una vez un gato que vivía
con un imbentor que imbento una
formula crecepelopara los calvos
y lo probo con su gatoque al instante se  
combirtio en una bola de pelos que maulla.
No tenía el remedio y este gato siguió
siendo peludo durante toda su vida
mientras el imbentor sigue imbentando 
el "quitapelo".

Pues eso.

documentos de 1995

Pues resulta que hemos encontrado entre un millón de disquetes de esos que ya no se usan uno que pone "documentos" de ¡1995! (en aquella época tenía yo entre 10 y 11 años). Pues bien, dentro del disquete había carpetas de todos los hermanos y dentro... ¡documentos de wordperfect para MS-DOS!

Oye, una ilusión me ha hecho! Es como una cápsula del tiempo. Voy a meter aquí algunos de los textos que escribí en aquél tiempo remoto.  (Vds. disimulen las faltas de ortografía que comete uno con diez años, pero no pienso corregirlas.)

Nombre de archivo: 122
Título: LA NAVIDAD EN EL BOSQE
Erase una vez  hace mucho, muchisimo tiempo en la casa de una familia de hormigas llamadas hormi harmi, y harmito, en invierno, nuestro amigo harmito le pidió a sus padres que le dejaran salir a coger nueces al bosque. 

No lo querían dejar porque habia una bruja llamada bruja de las nieves que encerraba a todas las hormigas que veia hasta el dia 25 de diciembre, y ese dia las devoraba.

Harmito insistio tanto que le dejaron ir, pero le dieron tres amuletos magicos. 

Al dia siguiente se fue al bosque y sin darse cuenta se fue adentrando mas y mas hasta que ya no supo volver. Anduvo dias y dias. 

En su hormiguero pensaban que le habria cogido la bruja de las nieves, pero no, aun no, aunque si seguia deambulando por el bosque sin nadie que lo acompañara no tardaria en cogerlo. Pero el se sentía seguro con sus tres amuletos. 

Un buen dia encontró a otra hormiga que lr dijo: 

- Ven conmigo a mi hormiguero, alli hace calor y aqui hace mucho frio. 

El se confió. Al llegar a un hormiguero su amiguito se convirtió en la bruja de las nieves que lo encerro en una mazmorra imposible de romper. El tranquilamente cogió su primer amuleto y con él fundió las barras de hierro, pero ¡Oh mala suerte! la bruja esteba fuera. 

El habia perdido su primer amuleto destruyendo las barras de hierro, pero la bruja lo encerró entre cuatro parades de piedra. El ya con miedo, a que lo volviera a pillar escapándose, intentó a ver si alguna piedra se rompía, pero no, tuvo que usar su segundo amuleto, y deseó estar fuera, pero desgraciadamente el hormiguero tenia cuatro parades de piedra y no le dió tiempo a usar su último amuleto. 

Ella le volvió a encerrar esta vez quitandole su último amuleto, pero error de la bruja, una de las piedras estaba medio rasgada, y entonces la rompíó. Salió por ella y recupero su ultimo amuleto, echando a correr bosque arriba. Notó que la bruja corría mas que el, y cogio su amuleto final y pidio que un rio profundo apareciera entre ellos dos. La bruja se tiró a nado, pero el ya estaba lejos, casi al lado de su casa. 

Cuando la bruja terminó de atravesar el rio corrió con todas sus fuerzas pero se cansó demasiado y dió media vuelta, ¿que importaba una hormiga menos?. Entre tanto el ya habia llegado a su casa, y con mil felicitaciones y abrazos, le recibieron y el les contó su historia con la bruja con la navidad en el bosque.

FINE.

Jose María ADROVER MONTEMAYOR
Por lo que parece, eso de escribir FINE en lugar de FIN me parecía en la época algo glamuroso, porque aparece en varios sitios. 

Y eso de "tuvo que usar su segundo amuleto, y deseó estar fuera, pero desgraciadamente el hormiguero tenia cuatro parades de piedra y no le dió tiempo a usar su último amuleto" supongo tuvo sentido en mi cerebro infantil, pero ahora mismo me pregunto qué diablos estaba pensando.

En fin, en el próximo post la increíble pero cierta historia del "gato peludo".

harto

Pues mira tu por donde, andaba yo buceando entre los millones de archivos que guardo con cosas escritas desde hace la pila de años, y he visto un documento que se llamaba "harto".

Lo he abierto y me he encontrado con que un buen día hace 3 a 5 años escribí lo siguiente:

Estoy harto de ir emparedado en el metro por las mañanas. Estoy harto de privatizaciones. Estoy harto de la televisión basura. Estoy harto de los anuncios de las páginas web. Estoy harto de tener 5 libros empezados y no enterarme nada de ninguno. Estoy harto de que me pese la mochila como un muerto. Estoy harto de salir a la calle y que me llueva. Estoy harto de la herida que me está provocando mi reloj en la muñeca. Estoy harto de tanto coche. Estoy harto de tanto gris en las ciudades, que ya las podrían pintar de algún color. Estoy harto de que se me acaben las pilas del discman. Estoy harto de la gente que se choca contigo cuando andas por la calle en sentido contrario a ella. Estoy harto de que haya millones de camiones en la carretera por la que va el autobús. Estoy harto de tanta boda real y tanta leche frita. Estoy harto de ignorar cómo funcionan las fotocopiadoras nuevas de la facultad. Estoy harto de no me dejen sacar los vasos de la cafetería de la facultad al pasillo, donde me gusta tomarme el café. Estoy harto delcadEstoy harto de tanta tontería, coño.ddfediosqueocojoderquecoñopasaquenopuedoborrarni
desplazarmeconloscursoresniponerespacionesdigoespaciosjo
derquecosamasrara.EstoyHartoDeEstePutoOrdenador,Dios.

Por lo que parece tenía el día estupendo.

29 diciembre, 2008


La felicidad es conversar,
disertar, afirmar, opinar,
recitar, comentar, susurrar,
balbucir, gritar, cuchichear...
pero todo esto solo es si es compartido.

La soledad es callar,
y para eso se basta uno mismo.

25 octubre, 2008


El tímido fulgor de las estrellas,
el rumor del agua, a lo lejos,
y la breve brisa de julio
acompañan mis sentidos
y llenan espacios cóncavos
hace tiempo vacíos.

21 julio, 2008


Los pájaros chillan detrás de las ventanas,
donde se extiende, como un mar, la ciudad triste.

Dentro: solo el silencio,
y la soledad que con oscuro duelo
va cerrando las ventanas poco a poco.

origen

Hoy estoy triste, sin saber yo muy bien como,
ni por qué.

Viene y va - como la marea -
y me inunda - como el mar -

y poco a poco me sumerjo

y contengo la respiración otras seis horas,
porque todo vuelve, a fin de cuentas,
a su lugar de origen.

11 marzo, 2008

calladamente


Un día, asustada me dijo,
que caminando por la calle se había dado cuenta
de que no proyectaba sombra alguna sobre la acera.
Pensó que era tan poca cosa
que el sol, calladamente, la ignoraba.
Pero no se daba cuenta
de que el sol no se atrevía
a dañar su desnudez con su locura.

14 octubre, 2007

nada

La dicha y la desgracia,
y el olvido.
Y al final la nada, el vacío.
A lo sumo alguna lágrima.
Nada queda.
Solo un espacio hueco,
cruelmente vacío.

02 junio, 2007

soledades compartidas

Buscando un poco de ternura
arrancaron los tablones de la casa,
tiraron los tabiques, arañaron los suelos
mordieron las esquinas con sabor a pasado,
y al cabo los dos, exhaustos, derrotados,
en un cubículo gris de cemento y ladrillos
se sentaron en el suelo, frente a frente,
para ver pasar soledades compartidas.

07 mayo, 2007

cambios circadianos

Hay que ver.

Cuando uno se va a acostar
se convierte en alguien
valiente,
decidido,
claro,
y con esas facultades prepara discursos
situaciones y finales felices,
en esa franja incierta entre el sueño
y el día en que no se ha sido nada de aquello.

miradas

(tengo un rinconcito con fotos)
miradas

quimera

Tampoco es hoy el día que iba a ser.
Quizá mañana, ya veremos.
Siempre mañana...

La eternidad es mañana,
y el futuro una quimera.

10 abril, 2007

Somos...

Somos lo que somos,
lo que hemos sido,
lo que quisimos ser,
lo que hubíeramos sido,
lo que creemos ser,
lo que creen que somos.
En definitiva,
no somos nada.
Somos viento, mar, océano,
fango, piedra, barro,
ceniza, fuego.
Todo a la vez, y nada al final.
Somos la sombra del ayér,
el esbozo de un mañana,
una mente infinita en un mundo pequeño,
somos fugaces, perecederos,
tenemos muchos sueños y una fecha de caducidad.

04 marzo, 2007

dientes

La vida me sonríe
con dientes de hojalata
puestos del revés.
Y yo le vuelvo la espalda
asustado por su filo,
y salgo corriendo como un loco.

bulto

No hay cosa más triste en este mundo
que hayarse inmerso en la amargura,
y escuchar el silencio de la casa
con sus ruidos familiares
- la vecina tiende la ropa,
los coches pitan,
el niño llora -
y estar ahí, entre tanta gente
y no ser nada a fin de cuentas.
Ser un bulto para quien mira
en dirección al infinito.

04 febrero, 2007

A veces le gustaría ser otro,
en otro lugar,
o en otro tiempo.

O tener un escondite invisible
donde refugiarse en sí mismo,
para no tener que soportar
la miserable intranscendencia rutinaria
de respirar 12 veces por minuto.

Quiso ser uno, y se multiplicó por sí mismo
en cientos de seres incompletos
que caminan, perdidos y sin rumbo,
en círculos alrededor de la cordura.

23 diciembre, 2006

Me sobra el corazón

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

Miguel Hernandez
1935/36

02 noviembre, 2006

absurdo 2

26 de Octubre

A veces, al caminar por la calle, sonreía a los transeúntes. Ellos respondían a veces con una mirada inquisitiva mientras se preguntaban qué diablos querría de ellos. Otros ponían cara de sorpresa. Se podían contar con los dedos de la mano a los que devolvían la sonrisa.

Puede parece absurdo, pero no lo es. Cuando llevas mucho tiempo inmerso en una soledad autoproclamada cada vez resulta más difícil entablar una conversación normal, por decirlo de algún modo. Te pones nervioso y no dices más que tonterías supinas que tú mismo catalogarías como ridículas. En fin. No podemos dejar que por el mismo motivo nos convirtamos en autómatas apáticos de esos que se preguntan qué querremos de ellos. ¡Pues nada! ¿Qué vamos a querer? Desde luego, hay cada ser suelto por el mundo que más valdría meterlos en jaulas.

Hoy me he ido a Alcobendas y me he equivocado de autobús. De repente he visto que el susodicho autobus no iba por ninguna ruta conocida, y he visto a lo lejos el CosmoCaixa, a donde iba a una conferencia, y he pulsado el botón de parada. Pero el autobús ha parado tiempo después, vayasusté a saber dónde.

El caso es que me he bajado, momento en el cual, y aprovechando que alguien me robó el paraguas el otro día en el aula de informática de la facultad, pues se puso a llover como nunca. Llover y llover y llover y yo que no sabía dónde estaba, claro, me puse a andar por medio de una zona de parque (uséase: sin fachadas para protegerse), con el segundo diluvio universal sobre nuestras cabezas, en dirección opuesta al autobús, por ver si volvía a reconocer el sitio al que iba.

Empapado es poco, me temo, para cómo me puse.

Como no tenía paraguas cogí un periódico de estos gratuitos que me habían dado al salir del metro y que casualmente guardé en la mochila (ignoro el motivo) y lo usé a modo de gorro. En esto, como es lógico, me dio el ataque de risa, y iba con mi periódico en la cabeza, con mi mochila, bajo la lluvia y a carcajada limpia. La gente, claro, me miraba de nuevo entre la desconfianza, la sorpresa y la afabilidad. Bueno al final llegué a un parque que tenía un riachuelo seco en cuyo fondo había todo lo imaginable, aparte de un fango maloliente de un color indescriptible. Allí, bajo la lluvia, me encontré con un señor que iba corriendo, haciendo footing (¡!) con un chándal rojo. Le pregunté por mi destino y me dijo que iba en dirección contraria, que volviera por donde el riachuelo fangoso y fuera hacia el otro lado. Bueno, en fin, poco más, hice lo propio y llegué a mi destino, calado hasta los huesos (y lo mismo me he puesto malo, me duele un poco la cabeza).

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27 de Octubre

Hoy he pinchado y cortado cerebros de cordero, que pese a no ser tan grandes como el humano son bastante consistentes. Son del tamaño del cazo que pueden formar mis dos manos. Me ha resultado una curiosa experiencia. En parte porque no me imaginaba la facilidad con que hundes las pinzas en el telencéfalo, aún sin querer. Que cosas.

Por otro lado, resulta que tengo que presentar un seminario acerca de la evolución de las conexiones neuronales, cosa que la que no se un pimiento (por ahora). El caso es que me he pasado buena parte de la tarde sin encontrar nada buceando por las bases de datos online del tema, después de cambiar el ordenador tres veces de sitio en la biblioteca de mi estúpida facultad en obras porque la maldita antena da una miserable señal. En fin.

El caso es que menos mal que me he entretenido así la tarde porque si no no se qué diablos habría hecho. Ya he ido esta semana dos veces a la heladería a conectarme a internet, y otras dos a Alcobendas a pasar la tarde en una conferencia. He estado dos veces en libreros preguntando por libros y he ido dos veces a la Fnac (me acabo de dar cuenta de esa curiosa relación numérica). En fin, tras tantas acciones binarias (como las estrellas) pues ya no se qué diablos hacer con mi vida. He pasado apuntes, he visto películas, he ido a la compra, he puesto lavadoras y he fregado los platos. He hecho arroz con verduras, he frito huevos... en fin.

A veces me pongo existencial y pienso en la soledad. No en la soledad como ahora, yo solo en mi casa, no, sino en la Soledad con mayúsculas y a largo plazo. En fin, la verdad es que no soy un ser extremadamente sociable, y hasta diría que soy un poco sociófobo, pero no es a propósito. No es mi intención, por así decirlo. El caso es que no me sale. Por ejemplo, tengo una tristeza tontorrona que me da a veces en los momentos más inadecuados, como en medio de una fiesta de disfraces, mientras me siento absurdo. Otras veces me da la felicidad tontorrona, que también la tengo, pero también me da por cosas ridículas, como ayer, cuando se puso a llover a mares y yo me había equivocado de autobús y estaba solo en medio de quién sabe donde. Pues ahí me dio la felicidad tontorrona. A veces me da también cuando estoy con amigos, y me río de manera absurda y ridícula por alguna estupidez. En fin. Pero lo peor es si me vienen las dos a la vez; algo así como una felicidad tontorrona, que sé que es gratuita y pasajera, que es interrumpida, debido a ese conocimiento, por una tristeza tontorrona, que suele ser menos pasajera que la primera.

Bueno, en fin, supongo que a todo el mundo le pasa esto en mayor o menor medida. Me pasan otras cosas más horribles que no tengo intención de escribir nunca en ningún sitio. Supongo que a todo el mundo le han pasado sus cosas horribles que no quiere escribir nunca. Pues yo no soy, por supuesto, la excepción.

Hablando de otras cosas, he vuelto a pintar. Sigo con las acuarelas, y produzco obras de un gusto inexistente y una técnica despreciable, pero sigo en ello. El problema (aparte de la técnica y el gusto, que podrían mejorar con la práctica) es que muchas veces cojo el pincel y preparo todo el tema (todo el tema es un vaso con agua y un folio) y luego me quedo en blanco y no sé que diantres dibujar (aparte de que no sé cómo, pero esa es otra cuestión). El tema es que si tuviera claro y en mente lo que quiero pues sería más fácil intentar plasmarlo. Pero claro, esto es como todo. Tengo claros los días que tengo que ir a clase y a las prácticas y poco más. Esos son los pilares de mi vida organizada.

La verdad es que suena horrible, pero no, está bien así. Voy tirando. En fin, buenas noches.

01 noviembre, 2006

absurdo

Hola! - dijo al entrar en su casa. Sabía de sobra que estaba descarnadamente vacía, terriblemente hueca, pero aun así, al entrar siempre decía "¡Hola! ¿Qué tal?".

Puede parecer absurdo, pero no lo es. Son las pequeñas cosas que nos hacen reír y soñar las que hacen posible la vida, las que le dan sentido a la vida. ¿Cual es el sentido de la vida? Nacemos inciertos, de niños somos inocentes y felices, luego estudiamos, crecemos, seguimos estudiando y aprendiendo cosas que a fin de cuentas acabarán en el cubo de la basura, junto con el soporte, nuestro cuerpo, cuando llegue la hora. Luego trabajamos para poder vivir o viceversa, según el caso. Entre cosa y cosa ocurre lo mejor, que es conocer personas, estadios temporales de la materia, como nosotros, que pueden transmitirnos el infinito. Eso siempre y cuando lo permitamos, claro. Pero no es tan sencillo. No se trata de intención. En muchas ocasiones nosotros mismos mismos impedimos esa transmisión. ¿Por qué hacer tal cosa? Por miedo. ¿A qué? A nada concreto, y a todo a la vez. No es fácil de explicar. Pero no se trata de intención. La intención siempre mira más allá de lo que el ahora permite, y por tanto el concepto nunca se aproxima a lo real. Esto no es bueno ni malo, simplemente es.

La forja del destino no pertenece a ningún ser mitológico, para desgracia nuestra, sino a nosotros mismos. Por ese motivo estamos condenados a ser conscientes y los únicos responsables de nuestra vida, lo cual pese a todo es de agradecer. Pero implica que somos culpables de nuestra propia miseria. Y esto, junto con el conocimiento de que la propia existencia es una cuestión temporal, el conocimiento de la propia muerte, hacen del ser humano el más desgraciado de todos los seres que habitan este mundo.

Es cierto que el concepto abstracto no puede ser satisfecho por la realidad, mal que nos pese. Por eso no somos lo que creemos que somos, ni los demás son lo que creemos que son. Ni nosotros somos lo que los demás creen que somos. Todo eso no es más que simplificación hasta el absurdo, siempre, para cualquier individuo, por mucho que lo amemos o despreciemos, solo serán burdos brochazos del conjunto final. Pero esto tampoco es bueno ni malo, sino que es. Pero a pesar de ello, no puede sino generar insatisfacción, pues ningún ser se comportará como esperamos que lo haga, ni siquiera nosotros mismos, lo cual da que pensar. De hecho, quizá seamos nosotros mismos los que peor nos ajustamos al concepto que tenemos de nosotros mismos, lo cual no nos hace buenos ni malos, nos hace humanos.

Pero no hay nada de especial en ello. Somos humanos como podíamos haber sido cualquier otra cosa imaginable. O nada en absoluto. Es un estado compartido por muchos individuos, pero que no otorga grandeza alguna. Por supuesto otorga derechos, no lo dudo, y los otorga no por seres humanos, sino por seres sensibles, cosa común a otros seres a los que no se conceden desde la grandeza humana los derechos que debieran. Pero no me extraña, pues en realidad no se les concede ni a ellos mismos.

Pero eso sí, el concepto que cada cual tiene de sí, sin ser necesariamente mejor al concepto que tiene de otras personas, si le permite soportarse en la medida de sus posibilidades, con altibajos por supuesto. Cuando esto falla, entonces tenemos un problema. No soy de la opinión de que el suicidio sea un método de llamar la atención. Lo digo porque es algo que he oído multitud de veces, pero no comparto. De hecho, creo que el suicidio es una salida razonable a un ser que no puede soportarse a sí mismo por más tiempo. Por supuesto, no comparto la salida, no nos vayamos a asustar que la gente es muy melodramática, pues es conveniente intentar encontrar un nuevo marco de lectura en que poder ser sin odiarse. Pero ¿cómo pretender llamar la atención con la propia muerte? no tiene sentido alguno. Si uno lo hace sin convicción, por bajeza personal, no digo que no pueda ser este el motivo. Pero una vez muerto, ¿la atención de quién va a reclamar el suicida? Es un planteamiento tan absurdo como otros de la psicología contemporánea que, pese a que respeto profundamente, me parece no solo etnocentrista, sino burgueso-centrista si se me permite la palabra. No puedo aceptar las explicaciones sobre el ser humano basadas en conceptos locales, y las rechazaré en cualquier área del conocimiento.
En fin...

12 septiembre, 2006

Monstruos

Los monstruos son seres que viven en un país muy lejano, que nadie puede ver.
Viven en casas cúbicas blancas y pequeñas, sin ventanas ni puerta.
No pueden salir a hacer la compra, así que comen hierba que tienen dentro, y beben arena.
Los monstruos también tienen hijos, muy pequeñitos, que son buenos. Se hacen malos cuando crecen.
Además son de todos los colores (azules, verdes, blancos, amarillos, rojos, negros, violetas...)
Y también tienen mascotas (gatos, perros, pájaros...) pero no se las comen.Todo esto me ha sido revelado por mi sobrino Max, de tres años (casi cuatro, como bien hace saber).

30 agosto, 2006

Esculpir en el tiempo

Me he ido unos días a la Ciudad Blanca, a Lisboa, y una tarde de viento en un parque de la ciudad fijé unos segundos de tiempo en video. Son tuyos si los quieres.



El mismo viaje grabé la entrada desde el barco en el puerto de Vigo, también un poquito de tiempo fijado para siempre, con un hermoso faro blanco.



Y es que Esculpir en el Tiempo, como decía Tarkosvki, es un intento desesperado de almacenar la propia existencia derivado de la conciencia de la propia caducidad.

04 junio, 2006

(Des)humanización

Los seres humanos somos máquinas al servicio de nuestras propias neurosis. ¿Por qué? Quien sabe...
Es una conclusión a la que he llegado en estos últimos días; nuestro inquebrantable afán de idealizar nos lleva constantemente a la total desorganización del mundo pequeñito y ordenado que nos creamos para poder afrontar el día a día y lo inexplicable de nuestra absurda existencia. Idealizamos en los demás lo que nosotros creemos que ellos piensan, que ellos hacen y que ellos sienten; en definitiva: lo que ellos son. Pero "los demás" son otros seres humanos, otros individuos en lo mas estricto de la palabra. Individuos con sus propias ideas,sus propios motivos y sus propias prioridades. Con sus propios mundos pequeñitos y ordenados, en los que se mueven igual que nosotros mismos, buscando, como nosotros, el sentido de una existencia que, de no ser por ese instinto simplificador que nos caracteriza, sería una carga imposible de soportar.

Y es que al idealizar, que es la característica mas intrínsecamente humana que he podido encontrar, ponemos nuestro anhelo y esperanza en las acciones que esperamos, creemos o, en realidad, deseamos que los demás hagan, debido a las reglas simplistas que, sobre ellos, hemos establecido en nuestra mente. Sólo conozco un final para esta estúpida costumbre impuesta por nuestra propia naturaleza; sólo un porvenir para la ilusión, y es esa sensación de humillante estupidez que nos inunda cuando nos damos cuenta de que estábamos equivocados.

Se puede dejar de idealizar. Yo de hecho lo he intentado una temporada. No es empresa fácil, pero se vuelve sencillo con la práctica. Sólo hay que tratar de diseccionar la realidad hasta chocar con el lodo en el que viven esos seres que comparten mas del 90% de nuestro genoma: las lombrices de tierra.
Llevo varios días viviendo en este nuevo mundo aún mas pequeñito y ordenado. Lo que ocurre es que la realidad comienza a tener, si cabe, menos atractivo. Las cosas pierden su interés. No solo las cosas, sino sobre todo las situaciones, los anhelos... las personas.

Con el tiempo, te das cuenta de lo absurdo de tratar de acabar con la idealización; y es que ¿qué interés puede tener un mundo del que nada puedes esperar? No se puede pretender que todos son como a nosotros nos gustaría que fueran según los planos que, cuidadosamente, hemos dibujado acerca de ellos. Pero lo que si podemos, es confiar en que lo sean. De este modo conseguimos que nuestro insignificante planeta y nuestra aún mas insignificante realidad tenga un atractivo, o al menos, una razón.

Así que me he decidido a abandonar toda tendencia desidealizadora. Y es que es mejor chocarse contra un muro de vez en cuando que acabar ahogándose en el fango al que llegamos diseccionando minuciosamente la realidad. Aunque esto lleve irremediablemente al desequilibrio de mi pequeño mundo. Directamente a la neurosis, a la desilusión y al batacazo contra el muro.

Buenas noches, tristeza -

18 abril, 2006

Llueve

Ayer llovió, cogí mi cámara y atrapé tres segundos antes de que se agotaran las pilas. No los retengo. Si los quieres, también son tuyos.

11 abril, 2006

Casualidad

Me encantan las casualidades. Podría decirse que son pequeñas sorpresas en el mar de cotidianeidad que nos engulle poco a poco. Como a Alfonsina Storni (Te vas Alfonsina,con tu soledad. / ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar? / Una voz antigua de viento y de sal / te requiebra el alma y te está llamando / Y te vas hacia allá, como en sueños / dormida, Alfosina, vestida de mar) . Y las casualidades son como alegrías, y las alegrías nos devuelven poco a poco hacia la orilla.

Gracias a este sitio en el que escribo de vez en cuando he podido encontrar una casualidad nueva. Un antiguo compañero de los tiempos del instituto buscaba las reglas del juego Siete y Media, y llegó hasta aquí. Reconoció mi nombre, y dejó un saludo. Hay que ver cómo son las cosas ¿verdad? En cierto modo, el ser humano es realmente impredecible. Navega por el océano sin saber a ciencia cierta dónde le guiarán sus pasos, y sin previo aviso su vida cambia, pierde el contacto con algunas personas, lo inicia con otras, cambia de marco, de contexto. Se mueve deprisa; corriendo en el laberinto.

Aunque a veces, sin previo aviso, encuentra por el camino pequeños tesoros, fragmentos del pasado, que vienen a su memoria y la encienden un segundo. Y entonces uno recuerda aquellos tiempos, aquellas caras, aquellos lugares. Y todos esos recuerdos hacen, aunque sea solo un instante, que uno olvide el inexorable transcurrir del tiempo.

15 febrero, 2006

Palabras

Desde hacía varios meses venías, casi regularmente, a pedirme que te explicara, a contarme tus vacíos. Atormentándote y atormentándome, invariablemente, como un suave péndulo. Intentabas ayudarte y ayudarme, conocerme y conocerte. Nota tras nota, compás tras compás, en este adagio profundo y triste, en esta soledad baldía y oscura. A veces las palabras no son suficiente, o no pueden explicar nada, las palabras son palabras, nada más, no son piedras que echar a un saco, ni agua que salga de una fuente al apretar el botón. No. Y otra vez nada en claro. De nuevo el péndulo se ponía en funcionamiento. Terrible evocación de un futuro non nato, de un nuevo compás. Tú querías mis palabras, pero no te dabas cuenta de que cada vez que me las pedías, yo moría un poquito, me hundía un poco más en esta negrura interior, despoblada de formas y colores, de voces y de llantos, como un charco de untuoso aceite, opaco e inútil. Vacío y roto.

Monocromo

A veces uno ve la vida como algo firme, seguro, donde puede estar tranquilo, en paz, sin preocuparse por lo que pueda venir. Pero entonces, e invariablemente desde que el hombre es hombre, algo (quizá imperceptible quizá atronador) ocurre y de repente todo cambia. O cambia uno mismo, o todo a la vez. El caso es que desde que ocurre, la vida se convierte en una balsa de troncos unidos con esparadrapo. Los troncos se van soltando con cada movimiento, intentas ir hacia un lado para evitar que se suelten los troncos del contrario, y comienzan a soltarse bajo tus pies. En definitiva, el barco se hunde y parece que no hay nada que hacer.


05 febrero, 2006

Olas de aceite

Un día se dio cuenta de que su vida era un fraude. No fue una cosa repentina, sino una especie de fluido que poco a poco iba colándose en su día a día, que poco a poco iba aumentando el agrio sabor de boca que dejaban los días al pasar.
Sentía propio como pocos el poema de Nicolás Guillén:

Olas de gordo aceite son mis días:
pasan tan lentamente que no pasan.
Los hombres a mi lado miran, pasan,
lentos también como mis lentos días.

El futuro está ahí, lleno de días,
pero es un duro charco: por él pasan
lentas sombras de sueños cuando pasan...
Nocturnos cielos cúbrenme los días.

Aprendí, me enseñaron los que pasan
que siempre pasan, pasarán los días,
aunque a veces parezca que no pasan.

Supe además que a bordo de mis días
pasaré yo también con los que pasan,
ceniza en la ceniza de los días.

Y este día, como todos, fue un día normal en que debía estar alegre. Pero siempre le costó estarlo. Hay gente que es alegre espontáneamente en todo lo que hace. Pero debe ser algo muy dificil de aprender. Mientras volvía en un taxi a su casa, miraba por la ventana y veía pasar las calles, las farolas, con el pensamiento infértil, vacío.

Al llegar a su piso no encendió la luz y se tumbó en la cama. Se durmió en una esquinita del colchón, dejando espacio para que la soledad durmiera, así, a su lado.

Se despertó al día siguiente, y mirando por la ventana la gente que pasaba por la calle, se dio cuenta de que su vida era un fraude, y sintió como propio el poema de Nicolás Guillén:

Olas de gordo aceite son mis días:
pasan tan lentamente que no pasan...

30 enero, 2006

Hablemos...

El otro día estaba en el metro, aburrido como siempre, y se gestó ante mí un hermoso ejemplo de lo que es el ser humano, una serie de acontecimientos que voy a relatar y que me dejaron pensativo y atónito.

Primero una mujer, en sus cincuenta, que andaba con una muleta, y vestía un bonito vestido rojo, se presentó. Estaba en paro, sin trabajo por haber estado metida en el mundo de las drogas y pedía algunas monedas para sobrevivir. Tenía cierto aire de marchita aristocracia, andando con su vestido y su muleta, visiblemente molesta por tener que pedir limosna en el metro de Madrid. Pero altiva, no en el mal sentido de la palabra, sino entendida como dignidad. O recuerdo de la dignidad perdida. Debe ser muy duro verse obligado por la vida o las circunstancias a pedir en el metro.

Cuando aquella mujer bajó del vagón en la siguiente estación entró un chico joven con un acordeón. Probablemente de la Europa del este, se puso a tocar ese complicado instrumento con soltura, obteniendo de él bellas notas que caían como hojas en otoño sobre los indiferentes viajeros, atentos muchos a sus revistas absurdas o a la nada. Ciudadanos de pro, sentados en el vagón, aburridos, con la esperanza de una vida plena podrida por los rincones de los sucios túneles que recorre el tren subterráneo. En fin, gente como yo. El músico seguía tocando.

En la siguiente estación no dejó de tocar, y los ciudadanos de pro bajaron y subieron al tren, en manada, a tropél. Un guarda de seguridad apareció en el andén y el músico enmudeció. Entre la muchedumbre aparecieron dos individuos que se sentaron delante de mí. Uno de ellos era ciego y sordo. El otro era un hombre de mediana edad, barbudo, y con abundantes tics en la cara. Supe que era sordo y ciego por la forma en que se comunicaban. Un espectáculo de desmesurada belleza, pues hablaban cogiéndose de la mano. No puedo explicarme cómo lo hacían, pero el ciego alargaba el dedo de su mano, y el barbudo lo cogía. Luego hacían movimientos con la mano o el dedo y se entendían. ¿No es increíble?

Cuando se cerraron las puertas y el metro continuó su camino, y ya a salvo del guarda de seguridad, el músico continuó con su melodía. Cuando el barbudo lo oyó, se lo comunicó al ciego vía dedo, y éste, que tenía una cara muy expresiva, y muy inocente a la vez, mientras hablaban fruncía el ceño, y cuando lo entendió todo sonrió, de la manera más cándida imaginable, como si escuchara la melodía del artista, que en este momento detenía su trabajo y recorría el vagón intentando sacar algún provecho de su arte, con más bien poco éxito.

Sólo el ciego aquél, ajeno al resto de los viajeros, y soñando escuchar la música del acordeón, en esa mañana absurda de invierno, sonreía.

11 enero, 2006

Hada Madrina


Hace bastante tiempo que no escribo, se imaginarán cuán llena de emociones está mi vida últimamente. Pero hoy era necesario escribir porque he tenido un encuentro interesante.
Iba sentado en el metro mordiéndome las uñas (como de costumbre), vicio estúpido que he intentado dejar en varias ocasiones sin conseguirlo (he usado hasta potingues como el Mordex que hacen que la uña sepa fatal, pero nada). En fin, en ello estaba cuando una mujer colosal que estaba a mi lado se me quedó mirando fijamente, ladeó un poco la cabeza y arqueo un poco las cejas. Lo entendí: dejé de morderme la uña y ella esbozó una ligera sonrisa. Y ahí estaba yo, con síndrome de abstinencia y con la voluminosa hada madrina a mi derecha. No sabía muy bien que hacer, así que acerqué mi mano a la boca pero no llegué a morder una uña, pues ella comenzó a hacer chocar sus anillos con la barra de agarrarse, haciendo ruido hasta que volví a alejar la mano de mi boca. Volví a mirarla y volvió a sonreir. De nuevo con el mono. Nunca me muerdo más las uñas que cuando soy consciente de que lo hago.
Por fin se baja, libre al fin. ¿Libre? No, ya no podía morderme las uñas pues veía su cara de pan sonriente a mi lado y sus anillos repiqueteando en la barra. En fin.
No se medió palabra pero comprendí perfectamente que esa mujer, en realidad, era mi madre en otra vida.
Estoy dejando el maldito vicio. Gracias mil-

27 agosto, 2005

Contrastes

Un día caminaba por la calle y me vi enfrente de una iglesia, en la que se acababa de celebrar una boda. Los novios salían por la puerta y sus familiares y amigos les tiraban arroz sin piedad alguna.
Me senté en un banco cercano para contemplar la escena. Los desposados salieron corriendo mientras los invitados con sus caras desencajadas por la risa les lanzaban cientos de granos de arroz.
Un poco mas tarde, todo el mundo se subía en sendos autobuses y se alejaban, probablemente en dirección al banquete, canturreando.
La escena me produjo cierta alegría ajena. Pero se truncó en una honda tristeza, pues poco después llegó una señora muy mayor, una viejecita encorvada y vestida de negro, con la ropa raída y el cuerpo menudo, que, penosamente, se agachó y comenzó a coger los granos de arroz, poco a poco. Cogía unos granos y los depositaba lentamente en la palma de su mano. Con la lentitud de la vejez y el agotamiento extremos.
Vivan los derechos civiles. Viva la conciencia humana. Contrastes.

26 agosto, 2005

El escarabajo azul

Un día que caminaba por la calle alguien le llamó por su nombre. Se paró y miró hacia todos los lados, pero no vio a nadie, así que siguió caminando. Pero la voz le recriminó:
- No prestas atención excepto a lo obvio ¿eh? - se detuvo de nuevo y miró atrás.
- Eh... ¿hola?
- ¡Que hola ni que ocho cuartos! - respondió la voz.
- ¿Quién eres? ¡No te veo!
- "No te veo", "no te veo"... ¡porque no miras!
Le pareció que la voz venía de sus pies. Se agachó y al fin pudo ver quién le hablaba de esa forma: era un pequeño escarabajo de color azul.
El descubrimiento le dejó maravillado. ¿Qué debía hacer? ¿Contárselo a la gente? ¿Difundirlo a los cuatro vientos? ¡Mirad! ¡Un escarabajo que habla! ¿Entregarlo a la ciencia? ¿Que haría?... y al final decidió guardarlo para sí (cosa que el escarabajo agradeció).
Pasaba horas y horas hablando con su él. De cualquier cosa. De la vida. El escarabajo le aportaba un nuevo punto de vista sobre las cosas. Le fascinaban sus relatos de aventuras en el jardín. En fin, eran felices con su secreto.

Un día, al despertar fue a saludar a su escarabajo, pero no estaba. Se puso a buscarlo por la habitación, y lo encontró. Estaba tirado, debajo de la cama, muerto. Esa mañana lloró, como nunca había llorado. Nadie sabía porqué, pero ese día dejó de hablar. Su familia no lo lograba entender. Claro, pobres, no sabían nada. Le miraban, tristes, al verle pasar, pues no podían comprender el mal que le atormentaba.
Un día, ante los ruegos de su madre, accedió a contarles lo ocurrido. Pero se dio cuenta de que según avanzaba la historia, más cara de pena y más se mordía el labio su madre. No le creyó. Ante tal suceso volvió a su mutismo, con más pena todavía. Se pasaba el día en el jardín, tratando de encontrar otro escarabajo como ese. Se los ponía en la palma de la mano y les saludaba cortésmente. Su madre lo observaba con tristeza desde la ventana.
Unos días después se lo llevaron a un psiquiátrico. Ahora le dan tres pastillas al día. Ya no sueña. En realidad casi no siente.
Si alguien tiene un escarabajo parlanchín, por favor, mándenselo. Lo necesita más que ustedes.

25 agosto, 2005

La Flor

He encontrado esto. Es de cuando yo estaba aprendiendo a escribir. Pone "Una flor muy señorial estaba sentada en una silla, y ella misma se hacía burla y cantaba la lala la la la la". Vaya cosas descubre uno. ¿Qué diablos querría decir?

24 agosto, 2005

Preguntas

Desperté esta mañana y ya no soy el mismo. Miré a mi alrededor y todo era conocido, excepto yo. Me miré por dentro y no reconocí ningún pasillo familiar. Ningún cuadro, ningún espejo. Seguí deambulando un poco, pero cada paso era un esfuerzo imposible. ¿Existe el imposible? ¿O es solo miedo? No lo sé. Ni lo sabré nunca, por otro lado, pues no me atrevo con lo imposible. O por lo menos casi nunca lo hago. Alguna vez si lo he intentado. Por lo general se comporta bien, te hace sentir libre. Pero ¿existe la libertad? ¿O es solo una ilusión? Tampoco lo se. ¿Filosofar? Eso si puedo. ¿Pensar? También (¡luego existo!). ¿Decidir? Eso... ya no (¿existo?).
En cualquier caso, el cambio que se ha obrado en mí me obliga a pensar todo el rato, y no me deja dormir. ¿El fútbol? ¿Cómo puede alguien ganar esos millones y no estar en la cárcel por crímenes contra la humanidad? ¿El conformismo? Dentro, muy dentro. Pruebas un plato ¿Te gusta? Sí. Descubres cómo está hecho (¿o quizá lo sabías ya?). No te gusta. O sí, en realidad depende de tu entorno a fin de cuentas. En fin... ¿lo tomas o lo dejas?
¿Sómos todos pequeños futbolistas? Al final todo es o no és según el objetivo que uses para mirar. ¿Hay más de uno? Si, eso creo. ¿Consumismo? Compras, compras.... y de nada te sirve. ¿No es acaso todo lo que tenemos una ilusión? ¿Una sombra? No. Todo no. Y ese es el punto difícil... ¿Qué no lo és?
Sea lo que fuere, me tiene intrigado, lo reconozco.